¿Cómo identifico el tipo de suelo de mi huerto?

El suelo de la huerta es el activo más importante para cualquier agricultor.  Las claves para mantener una buena salud en el suelo de la huerta son: conocer el tipo de suelo que tenemos y administrar los nutrientes que nos demande. Hay que aprender a cuidar el suelo para devolverle los nutrientes que sustraemos al cultivar.

 

En el artículo de hoy, vamos a mostrar 2 formas de analizar el suelo del huerto sin necesidad de realizar un análisis en profundidad, siendo tan solo necesarios la vista y el tacto. 

El primer método que vamos a utilizar es a través del color de la tierra. Lo único que necesitamos es observar la tonalidad de la tierra en su estado natural:

1. Si la tierra presenta un color oscuro, indica un alto contenido de humus o materia orgánica.

2. Cuando los suelos son rojos y amarillos, indican altos niveles de óxido de hierro. Además es un indicador de que el suelo está bien drenado, no es húmedo en exceso y es fértil.

3. Un color gris o pardo amarillento puede ser indicador de una gran presencia de oxígeno. Casi todos los suelos con estas características presentan una escasa fertilidad.

4. Si la tierra se caracteriza por un color blanco o claro nos informa de la presencia de cuarzo, carbonatos o yeso. En este caso indica poca presencia de materia orgánica.

La fertilidad del suelo es una combinación de todas las características del suelo (textura, pH, nivel de materia orgánica, etc), y el nivel de ésta indica la facilidad que tiene la planta de extraer del suelo los elementos químicos que necesita para su desarrollo.

El siguiente método es a través del tacto, observando la textura del suelo del huerto. En este caso humedeceremos una muestra de tierra y apretaremos en nuestra palma para intentar moldear cualquier figura:

1. Si la tierra se resbala sin manchar y sin dejarnos crear  ninguna figura, el suelo es arenoso. Estos suelos se caracterizan por ser fáciles de trabajar pero presentan escasos nutrientes.

2. Tendremos suelo limoso cuando la tierra deja color en las manos. Este tipo de suelo es rico en humus y retiene bien los nutrientes. Son suelos blandos y pegajosos, por lo tanto muy fáciles de trabajar.

3. Cuando la tierra sea totalmente moldeable estaremos frente a un suelo de textura arcillosa. Estos suelos tienen un alto contenido en nutrientes pero son pesados y difíciles de trabajar.

Cabe destacar que los suelos arenosos no admiten grandes cantidades de abono por lo que deben ser abonados frecuentemente y en pequeñas cantidades. Por su parte los suelos arcillosos demandan todo lo contrario, pocas y abundantes aplicaciones.

Una vez conozcamos qué tipo de suelo tenemos, estaremos preparados para ofrecerle aquello que nos demande. Tenemos que tener cuidado con los suelos con escasos nutrientes ya que necesitan  un aporte exterior (abonos) y con los suelos difíciles de trabajar ya que necesitan mayor mano de obra.